EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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1. Se han dado muchas definiciones del espacio. Mas, sin duda, la más difundida es la que dice que espacio es la extensión que separa a dos cuerpos. De ella se han servido ciertos sofistas para establecer que donde no hay cuerpos, no hay espacio. Sobre esta premisa basaron sus estudios ciertos doctores en Teología para establecer que el espacio es necesariamente finito, alegando que si los cuerpos son limitados en número no pueden conformar una cadena infinita, pues donde éstos terminan allí también termina el espacio. Recordemos otras definiciones del espacio: el lugar donde se mueven los mundos. El vacío donde se agita la materia, etc. Dejemos de lado estas definiciones que nada definen. El espacio es una palabra que representa una idea primitiva y axiomática, evidente por sí sola. Las diversas definiciones sólo sirven para oscurecer su sentido. Todos sabemos lo que es el espacio, sólo quiero establecer su infinitud para que nuestros estudios ulteriores no opongan dificultades a las investigaciones. El espacio es infinito, razón por la cual es imposible suponerle un límite. A pesar de nuestra dificultad para concebir lo infinito, nos resulta más fácil concebir la idea de espacio eterno y sin límites que detenernos en un sitio después del cual no habría ya más extensión por recorrer. Para darnos una idea de la infinitud del espacio, valiéndonos de nuestras facultades limitadas, supongamos que partimos de la Tierra, punto perdido en el Universo, hacia un sitio cualquiera del infinito, y todo ello a la prodigiosa velocidad de la luz, que recorre millares de kilómetros por segundo. Recién abandonado el planeta y habiendo ya recorrido millones de kilómetros, nos encontramos en un sitio desde donde vemos a la Tierra como una pálida estrella. Un instante después, siempre siguiendo la misma dirección, llegamos a lejanas estrellas apenas visibles desde la Tierra, y desde allí, no sólo la Tierra ya no se ve, sino que aun el esplendor de vuestro Sol ha sido eclipsado por la extensión que nos separa de él. Siempre animados por la misma velocidad del rayo, atravesamos sistemas planetarios a cada paso, islas de luz etérea, vías lácteas, parajes suntuosos en los que Dios sembró mundos con la misma generosidad con que sembró plantas en las praderas de la Tierra. Hace sólo algunos minutos que marchamos y ya nos separan de la Tierra cientos de millones de millones de kilómetros, miles de mundos pasan delante de nuestros ojos y, sin embargo, ¡escuchen esto!, no hemos avanzado ni un paso en el Universo. Si continuamos avanzando durante años, siglos, miles de siglos, millones de períodos cien veces seculares y siempre a la misma velocidad de rayo, tampoco habremos avanzado más, sin 1. Este capítulo está extraído textualmente de una serie de comunicaciones dictadas en la Sociedad Parisiense de Estudio Espíritas en los años 1862 y 1863, bajo el título de “Estudios uranográficos”, firmados por Galileo; el médium fue el señor C. F. [N. de A. Kardec.] importar la dirección que elijamos, o hacia donde vayamos a partir de ese punto invisible que hemos dejado y que se llama Tierra. ¡Eso es el espacio!